BUENA GENTE. Mi experiencia en el kiosco fue completamente fortuita, un día de calor, con el almuerzo recién comprado en la mano y las ganas de tomar una gaseosa. Pasé como siempre por la puerta del kiosco (al cual nunca antes había entrado) y me atendió el señor Rosendo. Al intentar pagar, con tanta cosa en la mano se me cae la billetera sobre el exibidor de golosinas, la levanto, pago y me voy. Hasta ahí algo sin mayor importancia, algo común. El chiste fue que al final del día reparo en que me faltaba la tarjeta de débito y no tenia idea de donde podía estar. Claramente recordé el evento y me dirijo rápidamente al kiosco. Pará mí sorpresa, el señor Rosendo había encontrado la tarjeta y la tenía guardada esperando que la fuera a reclamar. La honestidad y la calidad humana hacia un completo extraño fue destacable, su gesto y preocupación genuina. Agradezco haberme cruzado con un comerciante tan BUENA GENTE. Desde ese día, cada vez que estoy por la zona, ese kiosco, es el que busco para charlar con Rosendo y comprar una Coca.